sábado, 1 de noviembre de 2014

Mi perro y yo

Cuando fuimos mi familia y yo a comprar a mi perro, era en una especie de mercadillo de animales, los había de todo tipo y de todas las razas. Yo estaba muy nervioso porque era la primera vez que tenía un perro, ya había tenido inseparables, tortugas, peces y cobayas, y no sabía cual elegir.
Fuimos buscando en cada caja pero no nos convencía ninguno, entonces dimos la vuelta al mercadillo y al final, en la última cajita lo vimos a el, era el.

Había por lo menos diez cachorros iguales, yo quería el más grande pero mis padres y mi hermana se fijaron en otro, pero al final ninguno de los dos fue el elegido, de en medio de todos salió un pequeño cachorro , muy chiquitito, casi aplastado por los demás y entonces dije -¡ mamá ese es el que quiero!-.
Mi madre me dijo que estaba de acuerdo, que con ese nos quedábamos y tendría una vida mejor, cuando lo cogí y me miró con esa carita y empezó a ladrar muy contento, el mundo se me vino encima y supe que sería mi compañero y parte de mi familia para siempre.
Muy ilusionado nos lo llevamos a casa, pero el trayecto no iba a ser tranquilo, mi padre decía que olia muy mal, mi madre, mi hermana y yo nos reímos mucho, porque casi vomitó por el camino, cuando llegamos a casa empezó a hacer trastadas, se hizo caca y pipi por todas partes, mi madre lo bañó y parecía un erizo con los pelos de punta.

Yo tenía un caballo negro que se movía solo, y a mi perro le daba miedo, era muy gracioso ver a mi cachorrito ladrando al caballo por toda la casa. Los primeros años era muy travieso y se comió muchos muebles, un día me enfadé con él porque se comió la orejas de un caballo y el brazo de un luchador del "presing catch", pero a día de hoy me siento muy orgulloso de haberle encontrado debajo de sus demás hermanos en aquella cajita de cartón, ahora es muy tranquilo, aunque como está muy mimado no hace mucho caso cuando salimos a la calle, pero me alegra tenerlo cada día en mi vida.